Por Recibimos y publicamos
8 Nov 2013
Cecilia

“Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol “ dijo Albert Camus.

Tengo derecho a escribir esto en caliente, pero mi obligación es hacerlo con la cabeza fría porque después que las palabras están echadas, son como las piedras. No vuelven.

Tengo derecho a insultar porque el maldito tiempo últimamente nos está haciendo el boicot pero es mi obligación decir que aunque nadie me obligó,  dejé otras obligaciones importantes para estar acompañando al cuadro.

Tengo derecho a que no me revisen como si fuera un delincuente cuando no hice nada malo pero la obligación de quien debe hacerlo me obliga y sin chistar dejo que me obliguen.

Tengo derecho a estar sentada pero obligada por las circunstancias de la noche y de la adrenalina, a mantenerse en pie… y aunque el derecho de no mojarme me permita abrir mi paraguas prefiero en obligación de respeto dejar ver al señor de atrás aunque yo tenga que estar haciendo unas contorsiones raras para poder ver el medio de la cancha ya que adelante mío no respetan mi derecho a ver.

Tengo derecho a pensar que el primer tiempo podía haber tenido un resultado más amplio a nuestro favor.

Tengo obligación de decir que creí que el primer tiempo iba a terminar con un resultado más amplio a nuestro favor.

Tengo la obligación de pedir perdón por insultar cuando el joven delantero erró ese gol.

Tengo el derecho a creer que el técnico no quiso cuidar un uno a cero y que su cambio de volante por delantero fue una jugada maestra que la venia pensando desde el vestuario  y cuya explicación es…un uno a cero de visitante no es mal resultado…a pesar de que faltaba una vida y yo que estoy en contra de esos planteamientos respeto el derecho que tiene de hacerlos pero mi obligación es decir que aunque supongo que sé menos que él de táctica y estrategia, tuve dudas de ese cambio al igual que mis vecinos de tribuna.

Tengo la obligación de recordar que dije un minuto antes del empate de ellos que estábamos muy muy muy atrás y pedí por favor que se adelantaran  por aquello de que tanto va el cántaro al agua, en una noche donde el agua era lo que sobraba.

Tengo el derecho a decir que pensé que los dábamos vuelta. Tengo la obligación de decir que me parece que también le erró en el segundo cambio el señor técnico, con el debido respeto que me merece su conocimiento de táctica y estrategia y el derecho a pensar también que él no juega, así que la obligación en definitiva la tienen los que se calzan los botines.

Tengo  la obligación de decir que compartí el último de los tres cambios pero el derecho a decir que fue más tarde de lo que me hubiera gustado.

Tengo el derecho a pensar en que el golero hizo lo que pudo. La obligación de quien decide será ver si puede más.  

Tengo la obligación de cambiar algunas cábalas y el derecho de que mis delanteros pateen al arco. Lo primero se me hace será más fácil que lo segundo.

Tengo el derecho de que no me grite muerto una hinchada de un cuadro que estaba muerto y nosotros acabamos de revivir como lo hicimos con otro en el partido anterior.

Tengo la obligación de pedirles a esos mismos y tal como lo hizo el señor de atrás mío que primero nos ganen una final pero me siento como demasiado agresiva así que mejor sigo cantando bajo la lluvia…

Tengo el derecho a decir que pensé que después de ponernos tres a dos podíamos tener una mínima esperanza.

Tengo la obligación de decir que todavía no entiendo la noche rara de un partido loco que dominamos exquisitamente en el primer tiempo y que se nos diluyó como agua entre los dedos en diez minutos del segundo y mire que de agua no faltó nada y que nos hizo pasar de bancarnos con alegría el chaparrón a un chaparrón de desaciertos consecutivos desde y afuera del verde para terminar sin lluvia pero con un signo de pregunta sobre la cabeza.

Tengo el derecho a que no me vendan espejitos de colores, pero la obligación de no comprarlos si sé que me los están vendiendo, porque entonces la culpa no es del otro sino mía y aunque tengo mucho partido mirado a cuestas, siempre hay alguien que quiere aprovechar el momento para subirse al carro del circo ajeno. 

Tengo la obligación de decir que hinchada como ésta no habrá ninguna. Tengo el derecho de sentirme más orgullosa que nunca de cómo la gente alentó siempre, bajo la lluvia pertinaz que solamente cesó al final, en esto que es la obligación del corazón.

Tengo el derecho a pensar que esto pasará y  el derecho a creer en que las equivocaciones sean de quien sean se pondrán arriba de la mesa  y aparecerán  las críticas y autocriticas necesarias.

Tengo la obligación de pensar que así será porque obligadamente la historia de Nacional me empuja a hacerlo, mientras el derecho a quererlo lo uso día a día sin que nadie o nada más que el corazón me obligue.

Cecilia810


Cecilia 810

Cecilia es la lectura más esperada después de cada partido. Un bálsamo en los momentos difíciles y un tónico para acompañar la euforia




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