Por decano.com
13 Nov 2015
Debut

Esta semana "diferente", en serio era diferente, era mi debut en un clásico desde adentro. No almorcé, dormí tres horas la noche anterior.

Me ha tocado vivir partidos clásicos, finales, semifinales, partidos de Liguilla, de todo, desde el lado del hincha. A veces atrás del alambrado de la Héctor Scarone, otras tantas en la parte más alta de la Atilio García, en la Olímpica, en la Colombes, en Jardines, en el Franzini, en la Bombonera, y otros tantos escenarios... Como a todos.

Desde 2012 empecé a ver a Nacional con otro sentido, empecé a sentirlo todavía más cerca y a trabajar, a mi manera, por el club. En febrero entré en decano.com con la idea original de sacar fotos en todos los partidos. Empezaron los problemas, la AUF comenzó a complicar los pases para reporteros gráficos, por lo que apenas pude hacer tres o cuatro partidos en total. La pasada temporada terminaron de complicar el trámite añadiendo nuevas trabas, pero esta temporada pudimos saltarlas todas y finalmente llegó la acreditación.

A mediados del Apertura quedé habilitado, tuve un partido en el Centenario y dos partidos en el Gran Parque Central antes de que llegara la doceava fecha. La "semana diferente", como bromeaban algunos, "el partido que todos quieren jugar", según los periodistas siguiendo sus frases hechas. Debe ser, en lo personal, de las peores semanas. Vivo nervioso, cuento las horas, estoy todo el día preguntándole cosas a los compañeros de decano.com, imagino escenarios, etc. Pero esta semana "diferente", en serio era diferente, era mi debut en un clásico desde adentro. No almorcé, dormí tres horas la noche anterior, Juan Pablo Flores, el otro fotógrafo de decano.com, me decía "¿tu primer clásico? Vas a pirar", caminaba de punta a punta de mi casa, y a eso del mediodía partí rumbo al Centenario. Llegué, atravesé toda la hinchada de Nacional que hacía cola para la Colombes y la América, y me metí entre medio de la hinchada de Peñarol, en una brillante medida de la AUF que establece que ahora los reporteros gráficos entran por la puerta 4 de la Platea América contra Ámsterdam.

Desde Alejandro Aparicio, de Pasión Tricolor, hasta Agustín Fernández, gran fotógrafo tricolor, me hacían bromas con el tema de que era mi primer clásico. Desde "si perdemos no venís más" hasta "si ganamos vas para el foso". Era una satisfacción enorme vivir esa fiesta desde adentro, una de las cosas que siempre quise desde chico, pero ya desde otra perspectiva.

En el partido de Tercera ganó Nacional por dos a cero con goles de Juan Cruz Mascia, al terminar los hinchas de Nacional le festejaban al tradicional rival otro triunfo clásico en esa división. Luciano Isola, capitán y figura de este equipo, fue y abrazó a Gabriel Araújo, el golero, y a ellos se sumó Esteban Conde, que había salido a calentar minutos antes atrás del arco de la Colombes. Era todo Nacional.

Las tribunas estaban repletas, todos ansiosos ante la salida de los equipos. Se asoman las cabezas del "Colo" Romero y Sebastián Fernández desde el tunel, ambos mirando a la tribuna con cara de felicidad y gritando "dale, dale, eh", arengando al resto de sus compañeros. La Colombes y la Olímpica explotaron, no hay otra descripción. El jugador sabía que la hinchada estaba ahí, y a todo color.

A los pocos minutos de empezado el partido llegó la escandalosa plancha de Forlán, un jugador que estaba agobiado, nunca había sentido a 40.000 personas cayéndole encima en el Centenario cada vez que tocaba una pelota. Las tribunas se le tiraron arriba a él y al juez Andrés Cunha, sentí la presión en la espalda, aún cuando yo no era un actor involucrado en el espectáculo. Todo terminó en una amonestación, no podía comentarle nada a un colega que tenía a un metro porque la silbatina de la hinchada a Cunha tapaba todo sonido.

En un momento de mucha tensión, cuando escuchaba las puteadas de Iván Alonso porque no podía conectar una pelota o el "dale que es un poco más" de Fernández, el "Colo" se dio media vuelta y clavó una pelota en el ángulo. El estadio explotó, instintivamente corrí hacia el corner siguiendo a los jugadores festejando, me tiré en el césped y saqué la foto de la celebración. Estaba corriendo por el pasto del Centenario, mientras un jugador con unos pocos años más que yo volvía a marcarle un gol al rival de todas las horas, y la hinchada se caía en festejos y abrazos. Era el sueño de botija, el que se soñaba en la cancha del barrio después de la escuela, Romero representaba todo eso. Debe haber sido de los momentos más emotivos para mí, "¡cómo estaría la abuela!" pensé mientras volvía atrás del arco y veía a la hinchada que seguía festejando. 

En el segundo tiempo tocó tener la Ámsterdam atrás, pero viendo la Colombes de frente. Siempre pensé que el apoyo de la hinchada era importante, pero no entendía qué tan importante era hasta el domingo pasado.

Sentía el abucheo de la tribuna América cada vez que la tocaba Alonso, lógico rencor, sentía los gritos para el "Colo" Romero, aún más lógico. Cada vez que Gustavo Munúa, capitán del vigente Nacional campeón que le ganó en la final al CAP, paraba una pelota que se iba al lateral, lo abucheaban. 

Me fui para el lado de la Olímpica, y desde ahí me tocó ver el gol de Aguirregaray. Empañó una tarde que parecía ser todo alegría, y desde ahí hasta luego de terminado el partido vi festejos en la Ámsterdam, algo que me dio un poco de vergüenza ajena. Nos fuimos del Centenario con apenas un punto, y yo me llevé una gran experiencia, y una insolación que no me dejó ir a trabajar al día siguiente, pero todo es anécdota.

Martín Madruga

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