Por Recibimos y publicamos
30 Set 2014
COCOELDELCAMION

Normalmente estas columnas son de humor, pero hoy estoy emocionado. Desde el gol olímpico del Chino que sigo en un estado de revelación que no me deja pensar. Sólo sentir.

Álvaro Recoba es nuestra bandera. Siempre lo fue. Yo lo conocí en 1994, cuando fue al Parque con la camiseta de Danubio y nos hizo dos golazos increíbles. Pelilargo, con unos cambios de ritmo que te dejaban helado y una visión de juego que llamaba la atención. Parecía que no se daba cuenta del talento que tenía. Todo le salía natural, como si ni siquiera tuviera que hacer un esfuerzo. Transpiraba elegancia. En cada movimiento, en cada toque, en cada jugada. Hasta pidiendo doscientos gramos de bondiola en el supermercado era elegante. Tenía clase. Tan sencillo como eso. Eso que no se compra. Se tiene o no se tiene. Y él lo tenía. De sobra.

Era un tipo que estaba diseñado para Nacional. No había otra opción. Vestir nuestra camiseta era su destino. Y se dio. Fue nuestro faro en tiempos oscuros. Lo adoramos y él nos adoró a nosotros. Me crié idolatrándolo y pasé una vida esperando que volviera. “Aunque el Chino se vaya lo vamo a querer, aunque el Chino se vaya lo vamo a querer, algún día, algún día va a volver”. A muchos nos pasó lo mismo. Diría que a toda una generación: nos cortábamos el pelo como él, nos relátabamos haciendo goles con su nombre, íbamos a todos lados con la 20 del Inter; lo defendíamos. Porque era nuestra bandera. Lo defendíamos como el patriota defiende a su bandera. En donde fuera. En el liceo, en el trabajo, en el boliche. Y contra los miserables de siempre, que le achacaban culpas ajenas y frustraciones propias. “Frío”, le decían. No entendían nada. Y aún hoy, rendidos ante la abrumadora evidencia, siguen sin entender nada. Pasa que no les queda otra que guardar violín en bolsa y sacarse el sombrero ante el mayor talento que haya surgido en este país desde Ruben Sosa.

Es, de lejos, el mejor jugador que vi en Nacional. Y catorce años después, cuando salió Matías Sosa y entró él, lo volvió a demostrar. Quizás sea el 20 de noviembre de 2011, cuando puso la pelota en el punto penal y en la hora la clavó en el medio del arco, el día símbolo de esa demostración. A los bolsos nos había demostrado mil veces. Y mil veces más. Pero si algún perro seguía ladrando, ese día se calló. Ese día la Historia nos dio la razón. Quizás hasta él mismo se pensó que nos tenía que demostrar algo. Porque creyó que no se daba cuenta de que era nuestra bandera. En la carta que escribió desde Venecia para nuestros 100 años estaba todo clarísimo, pero andá a saber. A veces el amor tiene unas vueltas rarísimas. Yo qué sé. No sé. Yo sólo sé que el tipo que mejor entiende este deporte juega con mi camiseta. ES mi camiseta. Es nuestra bandera. Y tengo el privilegio de verlo fin de semana tras fin de semana. No sé cuánto tiempo más nos va a durar. Yo espero que mucho tiempo más. RECOBA HASTA EN MULETAS, quiero yo. Pero sé que es difícil. Así que quedate hasta que quieras, Chino. Que no me va alcanzar la vida para agradecerte tanto disfrute. Gracias, crack. Muchas gracias.

Coco el del camión


Coco el del Camión

Coco El Del Camión. Una fuerza constructora, obrero de la construcción de la patria del futuro. Talabartero nacido en Bola de Nieve (Abu Dhabi), hoy radicado en Connecticut. Amigo de Carlao. Soldado de Tony Gómez. En 1986 surfié una ola en La Esmeralda, bajo la dirección técnica de Daniel Carreño.




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